viernes, 18 de diciembre de 2009

Es por la tarde, en el nicho del equipo cuatro, en una sala de Internet en cualquier parte del planeta. Recuerdo otras salas a diferentes horas del día. Recuerdo rostros de quienes desfilan por cabinas telefónicas en busca de comunicación. Acortamos distancias por cualquier medio. Nos aferramos, como náufragos, a las opciones disponibles. Soñamos y nos obstinamos en arrancarle mensajes a la realidad, esquiva por la fantasía de sueños o pesadillas que nos acorralan en el territorio de las incertidumbres, en la del instante que viene y nos dolemos ante la posibilidad de estar solos. Creí que la Yessy había venido de mañana y todo el castillo de sueños se fue a pique por su ausencia y cuando creí no verla sino en la foto fija de mi memoria apareció, sin dársele nada, con el contoneo de la pantera rosa, sus encantos, su magia, su manera imperturbable de ser. Llegó y nada que saluda. Nada que se conmueve. Nada que sonríe. Nada que le da de beber al sediento y a este naufrago que todavía espera un madero de salvación y un puesto en el paraíso terrenal que es la vida frente a ella.La miré como si un ser galáctico hubiese bajado a la tierra y de verdad un asombro recorrió mi cuerpo de arriba abajo y una indescriptible sensación como la que siento cuando la veo pasar cerquita de mi con la brilladora y mira el piso y lo brilla y lo brilla. No. No. Ahora empiezo a aterrizar en la realidad de un hombre que sueña que sueña. Un aterrizaje de seiscientos cincuenta pesos o de mil trescientos pesos a través de los cuales se me abre la puerta de la calle y del planeta que no nos deja soñar. Un planeta, atípico, en el que lo único que cuenta son los sueños de cada uno. Sálvese quien pueda. A mi lo que me salva es el lado oscuro de la luna de nadie, inalcanzable, para quienes la persiguen o para los lobos que le aullan o los que enloquecen por su energía y van a poblar los manicomios. Este que escribe estas líneas sueña con seguir soñando en ese vaporcito encantado que navega en la fantasía lunar e irresistible de la emperatriz del cuento y a la niña de los ojos bellos que atiende a los usuarios de una sala de Internet.

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