El instante consciente porta las matemáticas de lo frágil, de la inmanencia, de lo efímero y así siguiendo hasta llegar a lo eterno que se perpetúa sin solución de continuidad. Permite la consciencia pura, la renunciación, el desapego, desistir del arraigo, permite ser feliz y liberado.
Escribir es caminar por entre la coyuntura de la letra, de la palabra y del párrafo, del camino largo de un relato, de un poema o un cuento. Una fotografía es el lenguaje de lo inmóvil de la imagen congelada.
El apego, el recuerdo con la carga de vivencia que encierra o aprisiona, inmoviliza o empuja, aleja o acerca. Vivir el instante es renunciar al pasado, al futuro, por el vacio en el que desaparece el dolor, la ansiedad o las expectativas. Es la igualdad, es el amor, es la meditación trascendental, es la muerte inevitable de la que no se regresa.
El camino, lo mismo que la vida, es el cruce obligatorio, es la pizarra, es el lienzo, la página en blanco, el día a día con sus altibajos y contrastes sentenciados por el aquí y ahora, ineludible y magistral, es el maestro, el artista, el hombre arquetípico en su retorno y su ascenso.
martes, 2 de febrero de 2010
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